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lunes, 28 de noviembre de 2011

MANO DE FATIMA

Los tornados sociales Algunos entienden que estas turbulencias culturales tienen su analogía física en los sistemas caóticos, que se autoorganizan a partir de sutiles fluctuaciones de sus condiciones iniciales, crecen de un modo impredecible, y en un momento se dispersan. Un huracán tropical nace cuando se dan ciertos niveles de temperatura y presión, que atraen a vientos opuestos, y echan a rodar un torbellino que causa estragos, hasta que se disuelve. Así sería el desarrollo de las modas, manías e histerias colectivas. También se parecen a las epidemias, que estallan cuando se da cierta conjunción de causas. La espiroqueta y el virus HIV existían desde tiempos inmemoriales, pero la sífilis irrumpió recién en el siglo XV, y el sida en la segunda mitad del XX. Por qué no lo hicieron antes o después, es una cuestión abierta. ¿Qué decir de las epidemias de locura colectiva? A veces, la conjunción de creencias latentes con críticas condiciones sociales es capaz de echar a rodar una manía que llega a doblegar hasta las mentes más lúcidas. Así ocurrió con el auge del espiritismo a fines del siglo XIX, o con chifladuras yanquis más recientes, como la fiebre de los “platos voladores” en los ‘50, el “pánico satánico” de los ‘80 y la “memoria recuperada” en los ‘90. Quizás el caso de histeria colectiva más celebrado por los psicólogos sociales sea el del “anestesista loco”. En 1943, en Mattoon, un pueblo de Illinois, Estados Unidos, una mujer denunció que un desconocido había entrado por su ventana, le había anestesiado las piernas con un misterioso aerosol, y se había ido sin tocarla. Durante las dos semanas siguientes hubo una avalancha de denuncias similares, se formaron piquetes y grupos vecinales de autodefensa que salieron a patrullar las calles, pero la tormenta se disipó repentinamente y el agresor fantasma nunca apareció. A pesar de su efímera vida y su limitado alcance, el “anestesista” reprodujo en escala todo el proceso.

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